sábado, 10 de noviembre de 2007

Fundamentalismos religiosos

Fundamentalismos religiosos
Casiano Floristán
Especial/La Voz Católica

El fundamentalismo religioso surgió en medios protestantes de Estados Unidos a finales del siglo XIX, basado en una actitud antimodernista y una interpretación literal de la Biblia. Pretendía el retorno a los fundamentos inamovibles del cristianismo, al creer que peligraban por la agresividad del modernismo y liberalismo. Cobró un nuevo auge en los años setenta del siglo XX, tiempos de secularización y de rápidos avances en la interpretación bíblica. Actualmente cabe hablar de fundamentalismo en todas las religiones de nuestro entorno: protestantismo, anglicanismo, catolicismo, ortodoxia oriental, judaísmo e islam.

El fundamentalista cree que tiene en exclusiva la verdad religiosa. Reivindica la autoridad de una sagrada tradición y sitúa públicamente a la religión como centro de la política, el derecho, la cultura y la ética. De ahí su actitud hostil o de oposición a la modernidad secular, al creer que ésta socava los fundamentos de la fe. Recordemos que la modernidad defiende las libertades individuales, la emancipación humana de la tutela jurídica religiosa, la soberanía procedente del pueblo, la igualdad entre el hombre y la mujer, el derecho de todo ciudadano al voto y la constitución estatal no confesional. El fundamentalista rechaza el pluralismo político y religioso por su carácter relativizador y se opone a la evolución biológica y al desarrollo histórico.

Obvio es decir que los fundamentos relacionados con la tierra, familia, religión e historia son para todos indispensables. Defender unos fundamentos no significa ser fundamentalista. Los fundamentalismos religiosos surgen en tiempos de crisis institucional, mutación de valores éticos, secularización radical religiosa, críticas a la religión y cambios profundos en la sociedad. No olvidemos que el ser humano es frágil y está necesitado de seguridad. Pensemos además que la sociedad es compleja y que todos buscamos claves sencillas de interpretación, sin que a menudo las encontremos.

Los fundamentalistas, al apoyarse firmemente en las Escrituras sagradas y defenderlas con ardor, toman al pie de la letra el texto sagrado, al que consideran inmune a todo error. No admiten ninguna hermenéutica o interpretación, a saber, rechazan los métodos histórico-críticos, ya que, según ellos, ponen en peligro las certezas religiosas bíblicas. Es decir, quedan anclados en una actitud fijista, inamovible.

Les caracteriza una visión apocalíptica del mundo, al intuir que ha crecido desorbitadamente el poder del ser humano en detrimento del poder de Dios y, en consecuencia, juzgan que la sociedad actual está desviada y corrompida. Por eso desean ingenuamente volver hacia atrás, a una situación anterior, considerada ideal por su estabilidad y firmeza, regida por la autoridad con mano dura en lo doctrinal y lo disciplinario.

Lo más peligroso de los fundamentalistas es el rechazo de cualquier opción divergente de la suya. De ahí su proclividad al totalitarismo, con una dosis elevada de tradicionalismo, autoritarismo y fanatismo. En una palabra, tienen espíritu sectario y, con frecuencia, son intolerantes. Por estas razones propenden al idealismo, les seduce el lenguaje radical y llevan dentro, aunque inconscientemente, un escaso bagaje de comprensión. El grupo sectario no admite ninguna novedad, interpretación o reglas de funcionamiento. No hay que cambiar nada.

El fundamentalismo invadió hace años ciertos sectores de la Iglesia Católica y de muchas Iglesias cristianas. Sin duda alguna, el Vaticano II nos ha ayudado a superarlo al comprender mejor el Evangelio, pedir perdón por las atrocidades cometidas con nuestros adversarios –llamados a veces "inicuos enemigos"–, ver lo positivo del mundo, aceptar el ecumenismo, dialogar con todos y tomar en serio la fe y la caridad.

Recientemente nos asalta el fantasma de un nuevo fundamentalismo religioso, al presenciar en algunos emigrantes musulmanes rasgos de intolerancia. Admitamos honestamente que, por el contrario, ellos ven en nosotros incomprensiones y rechazos. Necesitamos conocer mejor el islam, cuyo centro es el Corán, como el pueblo es para los judíos y Jesucristo para los cristianos. Bueno es igualmente que los islámicos emigrantes conozcan mejor el cristianismo en su vertiente católica.

Valoremos lo que tienen de positivo los musulmanes, como es su fe en el Dios "clemente y misericordioso", la oración diaria, la hospitalidad, la generosidad, la vigencia del Ramadán. Hay, sin embargo, otros aspectos que chocan con los derechos humanos y la dignidad personal, como la autoinmolación personal terrorista, la sumisión de la mujer al varón, los castigos y mutilaciones corporales, la pena de muerte para los que critican el Corán y la identidad entre religión y sociedad política.

Frente al fanatismo de algunos musulmanes, hay islámicos críticos que defienden un Corán justamente interpretado, son partidarios de un mayor reparto entre todos los "hermanos" de las riquezas del petróleo árabe, se muestran tolerantes con los fieles de otras religiones, defienden los derechos humanos y dialogan con el pueblo judío en su contencioso palestino y con los occidentales de herencia cultural cristiana. La esencia de las grandes religiones no es la violencia sino la paz, una paz sin resentimientos y opresiones. En una palabra, el fundamentalismo pervierte el rostro verdadero de las religiones.

El padre Casiano Floristán es profesor de teología pastoral y de eclesiología en la Universidad Pontificia de Salamanca; es también profesor del SEPI en Miami. Fue consultor del Concilio Vaticano II.

Bibliografía Fundamentalismo
Brandon S. G. F. Diccionario de Religiones comparadas, Tomo I (A-H). Ed. Cristiandad, Madrid 1975. Ref. Fundamentalismo, Págs. 673-674

Consejo Pontificio de la Cultura. Para una pastoral de la Cultura. Librería Editorial Vaticana. Ciudad del Vaticano 1999. Cfr. # 22-24

Floristán Casiano (Dir). Diccionarios San Pablo. Nuevo Diccionario de Pastoral. Ed. San Pablo, Madrid 2002. Ref. Fundamentalismo. José María Mardones. Págs. 634-646.

Galindo CM Florencio. El "fenómeno de las sectas" fundamentalistas. La Conquista evangélica de América Latina. Verbo Divino 2ª. Estalla (Navarra), 1994. Ref. El fundamentalismo. Procesos históricos. Págs. 161-178. El fundamentalismo militante. Ref. 229-296.

Gellmer Ernest. Pos modernismo, razón y religión. Ed. Paídos. Barcelona, 1994. REf. Fundamentalismo religioso: Págs. 14-37.

Juan Pablo II. Carta Encíclica «Ut unum sint" (que todos sean uno), sobre el empeño ecuménico. Ciudad del Vaticano, 25-05-1995.

Müller-Fahrenhorlz Geiko. El Espíritu de Dios. Trasformar un mundo en crisis. Sal Tarrae, Santander 1993. El fundamentalismo: la desesperación de los impotentes. Pág. 102-109.

Toffler Alvín y Heidi. La creación de una nueva civilización. La política de la tercera ola. Plaza & Janés Editores, s.a. Barcelona. 1996




Prof. Oscar Lobo Oconitrillo

2007

oscargdo[arroba]hotmail.com

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